YO PROGROMO.
En medio
de esta tristeza auto inducida, enaltezco la simpleza de las almas no
dubitativas que devienen contemplativas en las caridades del después.
Todas las plazas intangibles de las tierras que reclamo mías por el
trastocado derecho de estar allí en contacto corporeo, cigarrillos
locales y el siempre ladino sabor de un café extranjero; a rostros
fijos, a niños desinfantados, a fotos aparecidas, a mujeres
cuneiformes.
Son todas
esas reflexiones las que se inconan en una cabeza que mira fijo a
lontananza, como esperando a ser vista por algo que va más allá de
sí mismo, para darse cuenta que es sí mismo. La labor del
autoreconocimiento y las pocas monedas que se escabullen entre mis
bolsillos rotos. No ha parado de llover y la música sigue sonando,
prolongandose por entre mis recuerdos presentes, sumidos en sutíles
notas del diafragma de mi memoria, la que hoy se ejerce, la que hoy
se olvida.
Hay días,
entre esos tantos días que aunque sean de día, carecen de la gracia
de unos pocos días; los días de vida, aquella sucesión de puntos
trascendentes que reviven como clases de equivalencia, como colas a
derecha que buscan asemejarse a una gracia tan solemne, que ninguna
de las obras de los “cultos” la supera.
Sunday
Soon, canta a lo lejos alguien que transporta los oprobios de tantas
normas rotas y banalidades hechas sangre de indios, un aquel venido a
verano en interminables póstigos de invierno, interminables
folículos pilosos que se siguen resortando sílaba a sílaba,
silencio tras silencio, segundo a segundo y exclamaciones del partido
que no ví por que no me interesa; seguramente nada, todo bien que la
luz me sigue alumbrando.
No me
sientas triste entonces, no te veo; qué se pensaría si todo ello
fuera el resultado de una muerte artificial... su misma cara le diría
que se fuera a la mierda; tras un categórico no me mires a mí, que
ésta no pende de tu mano. Te habla la continuidad del cese en
convergencias anodinas, producto de tu arte, de los mañanas en tu
ayer, de tu risa y de tu desertar. Se encontró de la armonía en
dualidad.
Son
tantos los nexos propios de los precipicios, bruma y niebla en las ya
impactadas nacionalidades de esas manos extendidas; ciertamente son
los diálogos de comerciantes y sueños que han dejado de serlo,
raciones de pan en una mesa puesta al destete de los sabios de la
melíflua densidad, expuesta en los sobervios claustros de necedad
austera y un dedo que te toca.
Debes de
desentrañar tu cínica fuerza dormida por los verdes colores
enguantados en finas capas de los semáforos colgantes, para escapar
del sentido y seducir con las palabras inaudibles en el off mode de
mi cabeza.
Tan
plácido todo esto, no le place, por que sí.... es mejor que me
lance de la ventana y le de caricias al adoquín.
Sólo le
sigo a pulso por que me conviene, el exceso de tiempo; así de
atención es contraproducente. Son más ingeniosos los carentes que
los satisfechos, por que sienten el impulso de la cosecha emerger de
sus pechos enchidos por los mahullidos de las confusas aguas que se
meten por las llaves del registro y no te veo por que quiero con
crear necesidad a través de vacío, llevarte al vacío para que
sumemos dos vacíos idempotentes y complementarios, quiero que sea de
luna para que te estrelles en mi inmensidad como los adoquines
besaron al sujeto que lo abraza efervecente en chorros y odios
destorinillantes, reírme de sus venas como él se ríe de mis uñas
diente a diente, esparcido por ese colapso universal en una partícula
condensada por la esencia de la gravedad; la misma que se escapa
gravemente cada vez que toco a tu puerta, sabiendo que son tantos los
golpes que resiento ahí las claves y no hay combinación alguna que
permita anteponer tu orgasmo por falta de las faltas.
Veo que
engordamos lentamente con el paso de las horas, los helados comidos y
esas excusas culas como no quiero molestarte... un pregón al derecho
de no leer, de no obedecer ya que al salir a un café anafilactico se
corre con el riesgo de toparse con un charlatán.
Como tú,
como yo, como un uno o como un dos. Esos eran los dientes esmaltados
en el suelo.
Debió de
concluír que este escrito era mediocre y sucio. Por eso salto a
recoger mis letras estampadas contra el suelo.