jueves, 9 de agosto de 2012


YO PROGROMO.


En medio de esta tristeza auto inducida, enaltezco la simpleza de las almas no dubitativas que devienen contemplativas en las caridades del después. Todas las plazas intangibles de las tierras que reclamo mías por el trastocado derecho de estar allí en contacto corporeo, cigarrillos locales y el siempre ladino sabor de un café extranjero; a rostros fijos, a niños desinfantados, a fotos aparecidas, a mujeres cuneiformes.

Son todas esas reflexiones las que se inconan en una cabeza que mira fijo a lontananza, como esperando a ser vista por algo que va más allá de sí mismo, para darse cuenta que es sí mismo. La labor del autoreconocimiento y las pocas monedas que se escabullen entre mis bolsillos rotos. No ha parado de llover y la música sigue sonando, prolongandose por entre mis recuerdos presentes, sumidos en sutíles notas del diafragma de mi memoria, la que hoy se ejerce, la que hoy se olvida.

Hay días, entre esos tantos días que aunque sean de día, carecen de la gracia de unos pocos días; los días de vida, aquella sucesión de puntos trascendentes que reviven como clases de equivalencia, como colas a derecha que buscan asemejarse a una gracia tan solemne, que ninguna de las obras de los “cultos” la supera.

Sunday Soon, canta a lo lejos alguien que transporta los oprobios de tantas normas rotas y banalidades hechas sangre de indios, un aquel venido a verano en interminables póstigos de invierno, interminables folículos pilosos que se siguen resortando sílaba a sílaba, silencio tras silencio, segundo a segundo y exclamaciones del partido que no ví por que no me interesa; seguramente nada, todo bien que la luz me sigue alumbrando.

No me sientas triste entonces, no te veo; qué se pensaría si todo ello fuera el resultado de una muerte artificial... su misma cara le diría que se fuera a la mierda; tras un categórico no me mires a mí, que ésta no pende de tu mano. Te habla la continuidad del cese en convergencias anodinas, producto de tu arte, de los mañanas en tu ayer, de tu risa y de tu desertar. Se encontró de la armonía en dualidad.


Son tantos los nexos propios de los precipicios, bruma y niebla en las ya impactadas nacionalidades de esas manos extendidas; ciertamente son los diálogos de comerciantes y sueños que han dejado de serlo, raciones de pan en una mesa puesta al destete de los sabios de la melíflua densidad, expuesta en los sobervios claustros de necedad austera y un dedo que te toca.

Debes de desentrañar tu cínica fuerza dormida por los verdes colores enguantados en finas capas de los semáforos colgantes, para escapar del sentido y seducir con las palabras inaudibles en el off mode de mi cabeza.

Tan plácido todo esto, no le place, por que sí.... es mejor que me lance de la ventana y le de caricias al adoquín.

Sólo le sigo a pulso por que me conviene, el exceso de tiempo; así de atención es contraproducente. Son más ingeniosos los carentes que los satisfechos, por que sienten el impulso de la cosecha emerger de sus pechos enchidos por los mahullidos de las confusas aguas que se meten por las llaves del registro y no te veo por que quiero con crear necesidad a través de vacío, llevarte al vacío para que sumemos dos vacíos idempotentes y complementarios, quiero que sea de luna para que te estrelles en mi inmensidad como los adoquines besaron al sujeto que lo abraza efervecente en chorros y odios destorinillantes, reírme de sus venas como él se ríe de mis uñas diente a diente, esparcido por ese colapso universal en una partícula condensada por la esencia de la gravedad; la misma que se escapa gravemente cada vez que toco a tu puerta, sabiendo que son tantos los golpes que resiento ahí las claves y no hay combinación alguna que permita anteponer tu orgasmo por falta de las faltas.

Veo que engordamos lentamente con el paso de las horas, los helados comidos y esas excusas culas como no quiero molestarte... un pregón al derecho de no leer, de no obedecer ya que al salir a un café anafilactico se corre con el riesgo de toparse con un charlatán.

Como tú, como yo, como un uno o como un dos. Esos eran los dientes esmaltados en el suelo.


Debió de concluír que este escrito era mediocre y sucio. Por eso salto a recoger mis letras estampadas contra el suelo.

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