sábado, 27 de noviembre de 2010

CIRCULAR NO.1

Hay tantas cosas que no pueden ser dichas con la diatriba de un lengua húmeda, sin pensar un sólo instante en el cúmulo descompensado de un tacto aromatizado y el himno de una bocina lejana, impartiendo con su cúpula de decibeles un estornudo intempestuoso. Una ventana que se funde con un espectador, impartiendo así la oda a la amalgama, pulcra, indecente y plañidera. Sólo un sórdido espasmo de cuerpo alterno puede acallar por fin un destello irrefrenable de efemérides inconclusas y concupiscentes. Nada pues exhorta al derecho de un grafismo mal formado, en un sencillo punto de ruptura... descarado y desenfundado como un florete que deviene en guardia a la vista su oponente; escapista y desmontado como el efímero placer de la tergiversación de ondas al vacío, sin descuento ni premura. Para qué evocar al orden si al final todo se hace impulso a menor o mayor medida. Para qué sopesar los sollozos si todo lo percibido no ha de apercibirse, por ese hecho tan simple que se monta en desesperos e irrumpe en la blancura de la hoja, para perderse en la amnesia cenestésica de la cefalea, a tono teletransportado y finura inmaculada... plena del matiz del desespero y la asfixia provocada por alternos. Un desfile en pasarela y todo habrá acabado; hundiéndose mediante el flote de los destinos e incorporándose, segundo a segundo, en la suprema sutileza de la incomprensión adrede. Lugares sin lugar y un espacio más, que reclama lo suyo. Un derecho ineluctable, que con el caer de lluvias varias, se declara así pugnado en la rebeldía de sus coherencias. Ya el todo reclama su universal, dejando atrás los vahos de lo escuchado, desdeñado y exportado. Un viaje más y todo habrá terminado... en tú, en yo... en ellos.

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