viernes, 21 de agosto de 2009

GOZORNO

Y de repente se me
ilumino su cara,
entre fibrosas brechas
de tintielante fodongo,
exhortando al fiel vientre
a fundirse con los fuegos
calcinantes del desbordante
dilucidar.

Su cara se hace miles,
posada en los cuerpos
de muchas otras, deseosas
de usufructuar el mismo
bien hecho vianda en vendaval.

Aquellas convulsiones,
febriles antorchas, piezas
de un cauto desden introspectivo
solo buscan entre frías lozas blancas
la inmediatez de su carencia
en cuerpo ya invocada.

Esas sutiles fantasías
de enraizada teatralidad
que se entrecruzan en
intrincado movimiento
oscilatorio vertical
implora su nombre
mientras cae en su
lapsus endoespasmódico.

Las millones de actrices
de aquellas mémoires convergen
en ardiente llama eléctrica,
al perjurar el sutil aroma de
las siempre endemoniadas veladas
con la arena en contra,
diluyéndose paso a poco en el
magnánime telar de la
artrópoda mayor.

Sin duda alguna es ella,
de ahí que la culpa se haga
gozo al irrumpir en una
erupción discontinua que
procura placer infinitamente
breve al escritor de imágenes.

Imágenes que perduran hasta el
fin de los fines mismos,
hasta que puede ser vista, revelada
y tomada.

Imágenes que ella,
ella hará continuas, vivas
y carnales al caer la luz en off.

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