miércoles, 31 de marzo de 2010

EL ANDARIEGO.

Montañas varias, apresan
fielmente un nombre desconocido
bajo arrollos de muda locuacidad.

Son tantas las voces
de aquellos momentos que
coartan el fervor de un verde
quizás universal.

Un millón de ecos grácilmente
superpuestos en caidas de agua
de siete colores; conocidas sólo tres.

Conjurar y perjurar entonces...
todo lo bello en una sola palabra;
no hay palabras, sólo cuarzo y oxidiana,
sólo monte y montañeros,
sólo yo.

Los muertos a sus árboles,
aún mi tiempo no ha llegado,
he de beber cada uno de sus
tiempos hasta la píldora final.

Arah wareh, arah, wareh!!

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