domingo, 14 de marzo de 2010

RAZIAS

No podías escribir y aún lo haces, tu cara impúdica criticaba tus versos con la hoja de la cuchilla. No puedes hablar de la amargura pues tu boca sabe a eso y lo sabes. La candidez maquiavélica nos perturba a todos en este salón de borrachos y maricas que se pierden día tras día en la lozanía de esa misma costumbre que nos absorbe. Ya no quiero hablar más de relojes Roiger, me cansé de su sonido y a lo sumo tú también. Es menesteroso cuando la puta que te comes lo enfatiza. La hora papi!, la hora papi! Y la puerta empieza a sonar. Vale poco si te vienes o no, el caso es que al final siempre cobra y desafortunadamente no es barato; lástima, bien buena que si estaba.

Nada más está fuera del alcance de este espectáculo, enfatizado en esquemas retóricos y basura simbolista que tanto detestas y a la vez te nutre. Es como la ida al baño de Solano Patiño, de algo tan detestable como una puta diarrea se esgrime una belleza individual oculta tras las bambalinas de las baldosas con pálidos colores que incitan a la reflexión en plena descremada. Si señor, sus ojos lo partían en miles de fragmentos desdentados. Él se sentía vulnerable, se lo acababa de confesar, sin embargo ella que hace... lo que todo el mundo, porqué culparla, es un ser humano después de todo; da vuelta al trasto y se cae en lágrimas por odios escondidos. Qué canalla es el personaje, definitivamente lo es; como fragmentar el corazón en sutiles movimientos, tan sutiles como sólo yo lo sé, como sólo él lo sabía, simplemente se hizo el inadvertido y se regocijó en los jardines plenos de rosas que pasan a velocidad de crucero por la luz de un breve túnel. Nada más que contar.


Sólo fue una noche; definitivamente no una como todas las demás, esta si tenía cara... y que cara!. Nada podía esconderse, las luces en esa oscuridad ubicua no dejaban nada a la imaginación, simplemente había que correr y alcanzar la meta, en los lugares más recónditos. Ese pobre temporal se había detenido por vez primera bajo el impulso subsónico de la conciencia más pura. Pero a que se puede aludir en las instancias del despertar, era todo lo que no era y a su vez siempre había sido. Una llamada no puede detener los cambios de constelación, sólo las luminarias estaban allí velando el insomnio de la galanura y el deseo metafórico. Cada segundo contaba, cada cambio se hacía más relevante en su forma más refinada, sin embargo nunca hubo un porqué, nada pedía a la situación que se actuara sin sentido y a su vez con el más turbio de los objetivos; la pérdida del suelo que corrompe y que pervierte, tornándonos en entes libres de contexto y rezagando las sensaciones a los aromas más ininteligibles. Mas aún, los espacios, los laberintos, las sillas y a lo sumo una que otra persona transmutaban la acidez del licor, haciéndolo emigrar con tonadas afro-antillanas, al desdén más apostata que pudiera concebirse. El abandono de los credos, siempre un proceso bastante complicado, exhortaban a la candidez y dar siete pasos a la par de uno solo.

Ah, mi buen Roiger, si pudiera explicar de una manera más sencilla cada una de las cosas que suceden cuando ya no pasa nada. Nos estábamos frustrando, eramos mantequilla en un triste sartén caliente.

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